22 nov 2011

El lado izquierdo de mi cama

Ya pasó la quincena,
noviembre pronto se acaba. 

Los días están más fríos
y me da por escuchar jazz en las noches.

Jazz y a Caetano Veloso.

Por las tardes tomo té verde,
con una de azúcar.

Las uvas están de temporada.
Las uvas, las huelgas y las reformas tributarias.

Usted está lejos.
Y la verdad es que casi nunca pienso en eso.

Excepto los martes por las noches,
cuando el  lado izquierdo de mi cama está vacío.  

Vacío de usted.

Y ya no me importa la quincena
ni el paso de noviembre.

Y me tienen sin cuidado el frío de los días
y las uvas de temporada.

Porque usted está lejos.

Porque hoy es martes
y el lado izquierdo de mi cama está vacío.

Vacío de usted. 

4 nov 2011

Algunas veces usted me gusta

"Porque el amor cuando no muere mata,
porque amores que matan nunca mueren"
J, Sabina
Algunas veces usted me gusta.
Y quiero que demos un paseo por el parque
o cocinarle su plato favorito.

Otras veces se me ocurren canciones para dedicarle
o cosas para escribirle.

Acariciar su cabello,
preguntarle qué tal estuvo el día.

Esas cosas que uno hace
cuando le gusta alguien.

Pero aprovecho que hoy andamos sinceros
y sin tapujos
para confesarle algo. 

Se lo digo solo a usted,
al oído. 

Le confieso, de una vez, qué es lo que sucede:

Lo que sucede es que algunas veces usted me gusta.
Eso es cierto.

Pero, la mayoría de las veces, las que más duelen
y las que más me hacen quererlo,
resulta que todas esas veces
yo me muero por usted.  

8 ago 2011

El vicio de contar lunares

Esa adicción que tenemos
cuando estamos solos.

Cuando el mundo no nos ve
y nos quedamos sin recatos.

El vicio de contar lunares,
de contarlos con besos.

Uno a uno.

Cuando la ropa está en el suelo
y podemos descubrirnos.

Infinitos. Desnudos.

Viajeros en los caminos
que trazan esos lunares.

Sin querer devolvernos.

Sin mirar atrás.

Delirantes. Locos.

Con las ansias inevitables
de adentrarnos.

Con el apetito voraz
de muchas hambres,
de muchas noches buscándonos.

Y la excitación de habernos encontrado,
tan solo para perdernos en este momento:

cuando las manos tiemblan,
cuando la voz se extingue,
cuando el ardor revienta en el cuerpo.

Y la piel destila deseo.
Y llegamos al último lunar.

Y nos tenemos.

De todos los lunares que hemos contado,
mi favorito es ese, el que te adorna el labio.

22 jul 2011

Recuerdos para el tío Rigo

Para el tío y para todas las personas y familias
que conviven con el Alzheimer  


Es un domingo de brisas y cielos templados. El tío Rigo está en su silla de madera, en medio del pasillo. Son las tres de la tarde.
El cabello cano y la mirada de muchos años que viene y va.  Un suéter azul y pantuflas. Se frota las manos. O mueve sus dedos una y otra vez por los brazos de la silla.

 - La enfermera dice que le duelen las articulaciones-
Las arrugas le adornan la frente y el contorno de los ojos oscuros.

A veces las palabras se le fugan de la boca y no las encuentra. Los recuerdos se le escapan y su mente corre tras ellos, pero no los alcanza.
El tío Rigo tiene Alzheimer.  Vive en el Hogar de Ancianos de Turrialba.

Confieso que ese lugar antes me daba escalofríos.

-Ese miedo absurdo que le tiene uno al paso de los años.
¡Como si hubiese forma de detener el tiempo!-

-“Me llamo Rodrigo Fernández”,  dice sin titubear, después de la pregunta de mi hermana.  
Cuando lo escucho tan seguro diciendo su nombre, me atrevo a creer que hay cosas que un ser humano nunca olvida.

Quisiera saber si recuerda su primer beso.
Quisiera saber si en unos años yo recordaré mi primer beso.

Pero hay cosas que no se preguntan, porque al olvido no se le desafía.
La tarde se pone como de lluvia. Hay señores que caminan por los senderos del Hogar. Otros escuchan en un radio de baterías boleros de alguna época dorada.

-“Tío, ¿usted quiere ir a bailar?”
- “¡Pues claro!”

Lo tomo de las manos y hacemos como que bailamos.
¡Qué cosas! Nunca antes bailamos juntos y ahora nos ilusionamos con estos boleros de pasillo.

En el Hogar el tiempo es diferente. Transcurre lento, sin esa manía que tienen los relojes de andar moviendo sus manecillas apresuradas
Es como si estuvieran en plena competencia.

El reloj de pulsera vs El reloj de pared.

El reloj despertador vs El reloj del microondas.

¿Qué hace el tío con todas sus horas?
¿Qué hace el tío tan solo?

Cuando ya no hay distracciones, ni horarios, ni cronogramas, ni responsabilidades, ni trabajo, ni pendientes, de seguro que de alguna forma uno perfecciona el arte de estar solo consigo mismo.  

-O se vuelve uno experto en los oficios del olvido-

Pero ni siquiera aquí, en el Hogar, donde las horas se van despacio, se libra uno de que se acaben en algún momento.
El adjetivo fugaz hace buena pareja con el sustantivo tiempo.

Ya son las cinco. Hay que decir hasta luego.
- “Déjeme su número de teléfono”, me dice al estrechar mi mano.

La petición me sorprende.
- “Yo se lo dejo apuntado en un papel. Pero, ¿para qué?”

- “Para ponernos de acuerdo y darle un regalo”
Ahora estoy más sorprendida.

- “¿Un regalo? ¿Qué me va a regalar?”
- “Un libro que escribí”.

¿Será que uno de sus sueños sin cumplir fue escribir un libro?
¿Será que mi tío fue poeta inédito y hay un diario con poemas suyos en un mueble viejo de la casa?

Al tío hay que hablarle despacito. Palabra a palabra.
A uno que vive en este mundo de síntesis y atajos se le olvida que es necesario hablar bien, hablar despacio.

Hablamos rápido, entre dientes, acortamos palabras y disimulamos otras, como si tuviéramos una traba en la boca que nos impide decir lo que sentimos.

Hago el esfuerzo. Me quito la traba. Logro decir algo despacio:
-"Tío, ¿usted me quiere?"

- "¡Pues claro!", dice con una sonrisa que da cuentas de su sinceridad.
- "¿Me regala un abrazo?"

Salgo premiada. No solo me da un abrazo, también un beso en la mejilla.
Mientras me alejo, mientras mis pasos me acercan más a ese mundo de apuros, el tío se queda allí en el pasillo.

Y su mirada se va. Y las palabras se le fugan. Y los recuerdos se le escapan.
Pronto servirán la cena y luego lo llevarán a dormir.

Quisiera ponerle en una bolsa todos los recuerdos de sus años y amarrársela muy bien al brazo de la silla.
Para que no se le escapen. Para que cuando quiera recordarlos tan solo meta la mano y saque segundos de vida para gozarlos nuevamente.

-Para eso nos dieron la memoria, ¿no? Para reparar ese paso efímero de los años y tener la gloria de repetir la vida cuando queramos-
¡Cómo quisiera regalarle recuerdos al tío!

¡Cómo quisiera poder hacerlo!
Son tan tristes y muy solitarios los oficios del olvido…  ¿Verdad que sí, tío?

8 jul 2011

Confesiones y lunares

Tenés algo mío, tenés mi lunar


Cuando nos veamos otra vez

no me pintaré los labios.
No importa la hora ni la ocasión,

yo no me pintaré la boca.
Con mis labios desnudos

se lucirá más ese lunar.
Ese lunar que es tuyo.

Un milímetro de mi cuerpo
del que sos dueño.

Ese  espacio diminuto,
al lado izquierdo de mi boca.

Ese  espacio diminuto,
al que le sientan muy bien tus besos.

Un regalo que traerá
consecuencias graves.

Porque nunca más alguien
trendrá mi cuerpo completo.

Porque una parte,
el lunar más pequeño,

el lunar de mi boca,

ya tiene dueño.

15 jun 2011

Sugerencias de medianoche

Son las doce y le sugiero un vaivén.

De caderas. De mis caderas.      
                               
Y un tango,

para que lo bailen mis manos en su pecho.

Que se quite el reloj.

Que me conozca a contraluz.  

Le sugiero un trago servido en mi ombligo.

Un viaje de mi boca por su cuello.

Mis besos. Mis labios.

Y un sustantivo: deseo.

Y un verbo: desear. 

A esta hora le sugiero una batalla,

entre sus fetiches y mis ganas.

Que nos volvamos descarados.

Que olvidemos las ficciones.

Un paseo por el largo de mis piernas.

Un paseo por el largo de su espalda.

Y que violemos las reglas que nos separan.

Y los pretextos y las precauciones.

Para que usted se pierda en mí,

sin brújula y sin mapa.

- Estás sugerencias serían mejores, tendrían más ritmo, 
si se las dijera al oído, en un susurro y con un beso.

5 jun 2011

Cura de males

¿Y si me levanto de la cama con el pie derecho?
Si corro las cortinas para que entre la luz.
Si me miro al espejo y me siento guapa.
Si desayuno con un batido de papaya.
Si riego las plantas de la sala.
¿Y si me tomo un baño largo?
Si dejo que el agua y la espuma me recorran el cuerpo.
-Sí. Así. Todo con mucha calma-.
Y si me pongo un vestido. ¿O una falda?
-Quizás la falda-.
Y me pinto los labios.
Y me dejo el cabello suelto.
Y no veo el reloj.
Si la agenda del día no me importa.
Si hago lo que yo quiero.
Y salgo de paseo.
Y no sé a dónde voy.
-Tan solo voy-.
Y camino.
Y escucho mi playlist favorito
-Sabina. Calamaro. The Beatles-.
Y saludo al vecino.
Y le acaricio la cabeza a su perro.
-El husky que aúlla en las noches-
Sonrío. Sonrío otra vez.
La música de mi playlist continúa al fondo.
-Drexler. Aute y Fito-.
Y le lanzo un beso a un desconocido.
Y me llevan mis instintos.
Y el viento me toca.

¿Si almuerzo una ensalada?
Si el tomate está fresco. Y si tiene maíz.
-Me gusta el maíz-.
¿Y si no veo las noticias? Ni el periódico.
Y leo ese libro que siempre dejo a medias.
¿Si me imagino las escenas en mi cabeza?
Y llego a la última página.
Y el final me sorprende.
-Pocos son los finales que me sorprenden-
¿Y si tengo tiempo?
Si no reviso el correo electrónico.
Si no actualizo Facebook.
Si no enciendo la computadora.
Y me voy a algún parque de la ciudad.
 A esperar que el sol se ponga.
Y me quedo ahí.
Y contemplo el celaje.
-Aunque me han dicho que lo causa
 la contaminación del aire-
Y pienso en los que están.
Y en los que se fueron.
Y no siento rencor.
Y el tiempo pasa y se hace de noche.
¿Si me retoco el maquillaje?
Y me voy a un bar.
-Sola-.
Y me siento en la barra.
Y cruzo las piernas.
Y pido un mojito.
Y le coqueteo al bartender.
¿Y si brindo por mí misma?
Por mis locuras. Por mis sueños.
Por mis contradicciones.
Por mis lunares.
-También me gustan mis lunares-
Y ya nada duele.
Y no hay recuerdos tristes.
Y las horas son todas mías.
Y me desbordo.
Y soy feliz.
-Ser feliz, cura de males-.






31 may 2011

Nacer otra vez

Desnuda frente al mundo.  

Limpia de recatos y de reglas.

Sana. Virgen. ¡Libre!

Un primer aliento en el cielo de la boca
y deseos inéditos en la punta de los dedos.

Envuelta en la metamorfosis.

Sin los vicios de la socialización humana.

Yo misma. En paz.

Con el apetito de la vida,
en la boca del estómago.

De vuelta al primitivo estado
de la felicidad plena.

Así, como en el principio:
desnuda… nacida otra vez…

Nunca pensé en el dolor como una puerta que diera a la vida. Pero esa noche, lo fue. Me dormí decidida a no estar. Me dormí solo porque alguien me dijo que lo hiciera. Una imagen borrosa me dio la despedida. Yo no quise despedirme de nadie. Cerré los ojos y ya. Pero el propósito era otro. Si  esa madrugada, de ese mayo, me mantuvo dormida, fue para hacerme renacer. Para despertarme a los oficios de la vida. Para que el pasado fuera experiencia y no condena. Para que el dolor ya no fuera una constante. Así: metamorfosis.


10 may 2011

Yo no vengo a venderte simulacros

Yo no vengo a venderte mi historia

de pasados tristes y corazones rotos.

Ni voy a hacer trucos de magia,

ni a recitar versos ajenos.

Yo no vengo a aturdirte con flores.

Yo no vengo a engañarte con mi cuerpo.

No tengo un As bajo la manga.

No tengo salida de emergencia.

No tengo una lista de excusas falsas.

¡Yo no vengo a que me comprés nada!

Ni a prometer mañanas felices,

ni a jurar amores sin fin

Yo no vengo a que me firmés un contrato.

Yo no vengo a corregir tus mañas.

No tengo pócimas de encanto.

No tengo un plan B.

¡Yo vengo sin artificios!

Sin juegos.

¡Yo vengo sin estrategias!

Sin pasadizos secretos.

Yo vengo a darme.

A que me conozcás sin maquillaje.

Sin trampas.

No tengo más acertijos.

No tengo manual de usuario.

Yo vengo a dormir en tu pecho.

A compartir desvelos y feriados.

Yo vengo sin trofeos.

Yo vengo sin corona y sin cetro.

Porque yo vengo a ser tuya.

Está todo muy claro:
Entre gitanos, querido, no nos leemos las manos

9 abr 2011

Hacer las paces

Si estuvieras acá no pensaría en besarte.

No.


Te respiraría.

Sin reclamos.

Sin pasados.

Me quedaría en el momento.

Cerca de tu cuello.


Presente y punto.

No habría dilemas.

Nos quitaríamos las máscaras.

Y nos miraríamos sin disimulos.

Libres de culpa.


Haríamos las paces.

Creeríamos que la cautela es innecesaria.

 Dejaríamos el “usted”.

Nos hablaríamos de “vos”.


Olvidaríamos las farsas.

Nos perdonaríamos.

Comenzaría una tregua.

Eso pasaría si estuvieras acá.

Pero no. 


No estás.

23 ene 2011

Impostergable

“No hablemos de eso. Nunca volvás a decirlo.

Si terminamos será solo para darme la oportunidad de reconquistarte ”.

Es absurdo que luego de tantos meses de solo cruzar saludos me dé por decirte estas cosas.

Sí, probablemente pensábamos- y lo digo en plural porque hasta yo misma lo creí- que eso ya era asunto pasado.

Pero, como verás, fingir no hace que el dolor desaparezca, ni trae paz ni perdón.



-A puros silencios no se conquista el olvido-

Las lágrimas que disimulé se me estancaron en el pecho y empecé a coleccionar charcos.

Hasta que, de pronto, me descubro llena de sentimientos añejos.




Llena de los besos que rechazaste, de los abrazos que se me murieron en las manos.


¡Incluso de las bofetadas que tuve que haberte dado!

Y cuando se llega a este punto-cuando el dolor es una constante- resulta impostergable ignorar que hay un asunto pendiente entre vos y yo.

- Una cosa en particular-

Es una pregunta inoportuna. Innecesaria.


La respuesta quizá la conozco desde hace mucho tiempo.

¡Pero tengo que hacértela!

Es que si me lo decís vos mismo, el punto y final va a ser enfático. ¡Definitivo!

Serán solo unos segundos. No, no bajés la cara. Ni me cambiés el tema.

Insisto, esto es impostergable:

¿Verdad que nunca vendrás a reconquistarme?