Cuando es agosto
y pareciera ser un día cualquiera
y se da cuenta uno de
que había esperando tanto
-tantísimo-
por ese beso.
Y es agosto, día 6,
y esos ojos
-a veces negros -
lo hacen pensar a uno que tal vez
nació para muchas cosas,
pero, de modo particular,
para conocerlos.
Cuando es agosto
y se da cuenta uno de que
todos los caminos tomados
- y no tomados-
y las noches y las conquistas
- y también las derrotas-
lo llevan a ese punto exacto,
al encuentro de esas manos.
Ahí, en ese momento, es cuando
uno se da cuenta de que podría
-en efecto-
mandar el mundo entero al carajo
para que todos los meses
de todos los años
de toda la vida
- sumados y multiplicados-
sean agosto.
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