No tengo refri.
Mucho menos pantalla plana.
Las maletas aún guardan cosas
y la sala está llena de cajas de mudanza.
Estoy sin Internet,
sin televisión por cable
y sin mascota.
Pero estoy yo.
Con una cama recién armada,
una vajilla nueva,
un único juego de llaves.
Aprendiendo, a oscuras,
los rincones de la casa.
Estoy yo, conmigo misma.
Con mis palabras y mi discurso.
Mis papeles viejos,
la pijama favorita
y una cobija quinceañera.
Yo, con mis libros y un baúl.
Con Sabina y con Sinatra.
Y el recuerdo de los años bien vividos.
Y las ganas de vivir los años que faltan.
Estoy yo, conmigo misma.
Con mis maletas y mi mudanza.
Yo. Y eso basta.
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